Nació en Chaptelat, aldea de Limoges, Francia. Orfebre de oficio, el rey Clotario II le encargó la construcción de un trono, para lo cual le entregó gran cantidad de oro y piedras preciosas. Eligio hizo no un trono sino dos. El rey quedó maravillado por la obra, pero más por su honradez, y lo nombró tesorero del palacio. Toda su vida de palacio fue ejemplo de sobriedad y amor a los pobres, a quienes socorría con lo que recibía del rey. Muerto el obispo de Novón, Eligio fue elegido para sucederlo. Durante su episcopado se dedicó a civilizar a los pueblos de su jurisdicción y a iluminarlos con la luz de la fe. Murió el año 659.

Edmundo era sacerdote de la Compañía de Jesús, mientras que Rodolfo y Alejandro eran del clero secular. Los tres dieron testimonio de su fe católica durante la persecución contra los católicos desatada por Isabel I. Tras ser sometidos a crueles torturas para que renegaran de su fe; fueron condenados a muerte en un falso proceso y ejecutados en Tyburn, cerca de Londres, el 1 de diciembre de 1581. Pablo VI los declaró santos en 1970, junto con otros 38 compañeros mártires.