El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, manifestó que la vocación personal es siempre personal; por eso la vocación es un misterio y por eso Dios llama y elige a hombres, que quizás si nosotros tuviéramos que elegirlos no lo haríamos.
Él nos sigue llamando porque no hace que vivamos en el pasado sino que nos hace vivir en el presente. ¡Hoy el Señor me llama! ¡Hoy el Señor llama a cada uno de ustedes! y agregó que no nos llamó sólo ayer, nos llama hoy y nos seguirá llamando mañana. Tratar de escuchar al Señor que llama y tratar de responder bien a ese llamado, ¡ante la excelencia de Aquél que llama, cómo uno, dejando todo, lo sigue!.
Yo creo dijo el pastor- que hay vocaciones en la Iglesia; vocaciones al sacerdocio ministerial, vocaciones a la vida religiosa. Quizás a veces no hay buenos interlocutores, pero también a veces hay gente que no quiere escuchar; porque si escucha bien, sabe e intuye que tendrá que responder bien. No tengan miedo, si el Señor llama da la gracia para secundar la respuesta.
Que el Señor, que nos sigue llamando, encuentre corazones que le sigan respondiendo para gloria de Dios, para el bien de las almas y el bien de nuestros hermanos.
8 Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: «Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador».
9 El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido;
10 y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: «No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres».
11 Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.
36 Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes».
37 Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu,
38 pero Jesús les preguntó: «¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas?
39 Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo».
40 Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.
41 Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: «¿Tienen aquí algo para comer?».
42 Ellos le presentaron un trozo de pescado asado;
43 él lo tomó y lo comió delante de todos.
44 Después les dijo: «Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos».
45 Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras,
46 y añadió: «Así esta escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día,
47 y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.
48 Ustedes son testigos de todo esto.
49 Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto».
16 Luego se le acercó un hombre y le preguntó: «Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?».
17 Jesús le dijo: «¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos».
18 «¿Cuáles?», preguntó el hombre. Jesús le respondió: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio,
19 honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo».
20 El joven dijo: «Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?».
21 «Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme».
22 Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes.
23 Jesús dijo entonces a sus discípulos: «Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos.
24 Sí, les repito, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos».
25 Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?».
26 Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres esto es imposible, pero para dios todo es posible».
27 Pedro, tomando la palabra, dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?».
28 Jesús les respondió: «Les aseguro que en la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.
29 Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna.
30 Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros.
25 Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?
26 Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos?
27 ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?
28 ¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer.
29 Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos.
30 Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!
31 No se inquieten entonces, diciendo: «¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?».
32 Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.
33 Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura.
34 No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.
12 Animados con esta esperanza, nos comportamos con absoluta franqueza,
13 y no como Moisés, que se cubría el rostro con un velo para impedir que los israelitas vieran el fin de un esplendor pasajero.
14 Pero se les oscureció el entendimiento, y ese mismo velo permanece hasta el día de hoy en la lectura del Antiguo Testamento, porque es Cristo el que lo hace desaparecer.
15 Sí, hasta el día de hoy aquel velo les cubre la inteligencia siempre que leen a Moisés.
16 Pero al que se convierte al Señor, se le cae el velo.
17 Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad.
18 Nosotros, en cambio, con el rostro descubierto, reflejamos, como en un espejo, la gloria del Señor, y somos transfigurados a su propia imagen con un esplendor cada vez más glorioso, por la acción del Señor, que es Espíritu.
1 Por eso, investidos misericordiosamente del ministerio apostólico, no nos desanimamos
2 y nunca hemos callado nada por vergüenza, ni hemos procedido con astucia o falsificando la Palabra de Dios. Por el contrario, manifestando abiertamente la verdad, nos recomendamos a nosotros mismos, delante de Dios, frente a toda conciencia humana.
3 Si nuestro Evangelio todavía resulta impenetrable, lo es sólo para aquellos que se pierden,
4 para los incrédulos, a quienes el dios de este mundo les ha enceguecido el entendimiento, a fin de que no vean resplandecer el Evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios.
5 Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, el Señor, y nosotros no somos más que servidores de ustedes por amor de Jesús.
6 Porque el mismo Dios que dijo: «Brille la luz en medio de las tinieblas», es el que hizo brillar su luz en nuestros corazones para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios, reflejada en el rostro de Cristo.
7 Pero nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios.
8 Estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados;
9 perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados.
10 Siempre y a todas partes, llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
11 Y así aunque vivimos, estamos siempre enfrentando a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.
12 De esa manera, la muerte hace su obra en nosotros, y en ustedes, la vida.
13 Pero teniendo ese mismo espíritu de fe, del que dice la Escritura: Creí, y por eso hablé, también nosotros creemos, y por lo tanto, hablamos.
14 Y nosotros sabemos que aquel que resucitó al Señor Jesús nos resucitará con él y nos reunirá a su lado junto con ustedes.
15 Todo esto es por ustedes: para que al abundar la gracia, abunde también el número de los que participan en la acción de gracias para gloria de Dios.
16 Por eso, no nos desanimamos: aunque nuestro hombre exterior se vaya destruyendo, nuestro hombre interior se va renovando día a día.
17 Nuestra angustia, que es leve y pasajera, nos prepara una gloria eterna, que supera toda medida.
18 Porque no tenemos puesta la mirada en las cosas visibles, sino en las invisibles: lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno.
1 Nosotros sabemos, en efecto, que si esta tienda de campaña nuestra morada terrenal es destruida, tenemos una casa permanente en el cielo, no construida por el hombre, sino por Dios.
2 Por eso, ahora gemimos deseando ardientemente revestirnos de aquella morada celestial;
3 porque una vez que nos hayamos revestido en ella, ya no nos encontraremos desnudos.
4 Mientras estamos en esta tienda de campaña, gemimos angustiosamente, porque no queremos ser desvestidos, sino revestirnos, a fin de que lo que es mortal sea absorbido por la vida.
5 Y aquel que nos destinó para esto es el mismo Dios que nos dio las primicias del Espíritu.
6 Por eso, nos sentimos plenamente seguros, sabiendo que habitar en este cuerpo es vivir en el exilio, lejos del Señor;
7 porque nosotros caminamos en la fe y todavía no vemos claramente.
8 Sí, nos sentimos plenamente seguros, y por eso, preferimos dejar este cuerpo para estar junto al Señor;
9 en definitiva, sea que vivamos en este cuerpo o fuera de él, nuestro único deseo es agradarlo.
10 Porque todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba, de acuerdo con sus obras buenas o malas, lo que mereció durante su vida mortal.
11 Por lo tanto, compenetrados del temor del Señor, tratamos de persuadir a los hombres. Dios ya nos conoce plenamente, y espero que también ustedes nos conozcan de la misma manera.
12 No pretendemos volver a recomendarnos delante de ustedes: solamente queremos darles un motivo para que se sientan orgullosos de nosotros y puedan responder a los que se glorían de lo exterior y no de lo que hay en el corazón.
13 En efecto, si hemos procedido como insensatos, lo hicimos por Dios; y si somos razonables, es por ustedes.
14 Porque el amor de Cristo nos apremia, al considerar que si uno solo murió por todos, entonces todos han muerto.
15 Y él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
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