ALMA de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. Oh buen Jesús, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me separe de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti. Para que con Tus santos Te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén.
Dichosos los que tienen un gran deseo de ser Santos, porque su deseo se cumplirá. (Mt. 5,6)
Anima Christi, sanctifica me. Corpus Christi, salva me. Sanguis Christi, inebria me. Aqua lateris Christi, lava me. Passio Christi, conforta me. O bone Iesu, exaudi me. Intra vulnera tua absconde me. Ne permittas me separari a te. Ab hoste maligno defende me. In hora mortis meae voca me.
Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. (Mt. 5, 12)
En el huerto del Señor no sólo hay las rocas de los mártires, sino también los lirios de las vírgenes y las yedras de los casados, así como las violetas de las viudas. Ningún hombre, cualquiera que sea su género de vida, ha de desestimar su vocación: Cristo ha sufrido por todos. Con toda verdad está escrito de Él: Nuestro Salvador quiere que todos los hombres se salven y lleguen al pleno conocimiento de la verdad. (S. Agustín, Sermón 304).
Sta. Teresa de Lisieux explica:
comprendí que todas las flores que [Jesús] ha creado son hermosas, y que el esplendor de la rosa y la blancura del lirio no le quitan a la humilde violeta su perfume ni a la margarita su encantadora sencillez Comprendí que si todas las flores quisieran ser rosas, la naturaleza perdería su gala primaveral y los campos ya no se verían esmaltados de florecillas
Eso mismo sucede en el mundo de las almas, que es el jardín de Jesús. Él ha querido crear grandes santos, que pueden compararse a los lirios y a las rosas; pero ha creado también otros más pequeños, y éstos han de conformarse con ser margaritas o violetas destinadas a recrear los ojos ds Dios cuando mira a sus pies. La perfección consiste en hacer su voluntad, en ser lo que él quiere que seamos
El P. Antonio Royo Marín, O.P., menciona en La teología de la perfección cristiana que cuando la hermana de Sto. Tomás de Aquino le preguntó al santo lo que debería de hacer para alcanzar la santidad, el santo respondió: Deséala y que Sta. Teresa de Jesús le daba gran importancia al deseo de la santidad. En La ambición de ser santo hablamos ya sobre la necesidad de desear la santidad, pero ¿cómo debe de ser este deseo de la santidad para que saquemos mayor provecho de él? Este es un fragmento del libro citado del P. Royo Marín, O.P.
CUALIDADES DEL DESEO
Para que posea la mayor eficacia santificante posible, el deseo de la perfección debería de tener las siguiente cualidades:
1) Debería de ser sobrenatural, es decir, debería emanar de la gracia y ser dirigido a la mayor gloria de Dios, el objetivo final de nuestra existencia. Esto significa que el deseo de la perfección es un don de Dios, por el cual deberíamos de pedir humildemente y con perseverancia hasta obtenerlo.
2) Debería de ser profundamente humilde, sin depender por completo en nuestra propia fuerza, que es debiliidad en los ojos de Dios, sino poniendo nuestra confianza principalmente en Él, de quien manan todas las gracias. Ni deberíamos de aspirar a la santidad por culaquier otro motivo que amar y glorificar a Dios. Al principio, es difícil evitar todo vestigio de presunción y de egoísmo- que Dios a veces castica premitiendo las caídas más vergonzosas para que el alma vea exáctamente lo que es cuando Él no lo sostiene pero es necesario el purificar constantemente la intención de uno y perfeccionar los motivos de unohasta que sean dirigidos sólo a la gloria de Dios y en conformidad con Su voluntad.
3) Debería de estar lleno de confianza. Esto sigue naruralmente a la cualidad precedente. Por nuestra cuenta no podemos hacer nada, pero todas las cosas son posible en Aquel que nos conforta (Fil. 4, 13). El Señor coloca a propósito grandes obstáculos ante nosotros para probar nuestra confianza en Él. Incontables almas abandonan el camino hacia la perfección al enfrentar obstáculos porque, desanimándose y careciendo confianza en Dios, piensan que la santidad no es para ellos. Sólo los que perseveran a pesar de las dificultades recibirán la corona de la victoria.
4) Debería de ser el deseo predominante. Ésto debería de ser nuestro deseo más intenso, ya que no hay mayor bien que la gloria de Dios y, como un medio a ello, nuestra propia perfección. Todos los demás bienes deben estar subordinados a este bien supremo. Por lo tanto, el deseo de la perfección no es simplemente uno entre muchos, sino que debe de ser el deseo que domina toda la vida de uno. Aquellos que desean hacerse santos deben dedicarse a esta tareaprofesionalmente, y esto requiere que dejen al lado todo lo que demostrara ser un impedimento. Muchas almas han fracasado en la búsqueda de la santidad porque, en vez de darse irrevocablemente a su búsqueda, han fluctuado entre las cosas de Dios y las cosas del mundo.
5) Debería de ser constante. Numerosas almas, en la ocasión de algún gran acontecimiento, como el terminar una misión o un retiro, la recepción del hábito religioso o las órdenes sagradas, los votos profesionales, etc., experimentan un gran impulso espiritual, que resulta en la resolución de dedicarse desde entonces a la búsqueda de la santidad. Pero, pronto se cansan de la búsqueda cuando experimentan las primeras dificultades, y o abandonan el camino de la santidad o el deseo fervoroso se enfría. O a veces se conceden vacaciones o pausas, bajo el pretexto de descansar un rato para recobrar su fuerza. Este es un gran error, porque el alma no sólo no gana ninguna fuerza sino que se debilita mucho. Después, cuando desea renovar sus esfuerzos, se requiere un esfuerzo mayor para recuperar las ganancias espirituales ganados previamente. Todo esto se podría haber evitado si el deseo de la perfección hubiera permanecido constante, sin violencia indebida o extrema, pero también sin descanso o debilidad.
6) Debería de ser práctico y eficaz. Esto no es cuestión de hacerse ilusiones sino una determinación firme que debe de ser puesta en práctica ahora mismo, usando todos los medios a la disposición de uno para conseguir la perfección. Es fácil imaginar que uno tiene un deseo de perfección a causa de buenas intenciones ocasionales o de ciertos sentimientos nobles experimentados durante la oración. Pero un deseo es eficaz sólo cuando se lleva a la práctica. Desear la perfección en una forma teorética y posponer los esfuerzos de uno hasta alguna otra fecha es vivir una ilusión. El individuo pasa de una demora a otra y la vida se pasa de largo, de tal forma que la persona se arriesga a aparecer ante Dios con las manos vacías.
MEDIOS PARA ANIMAR EL DESEO
Como el deseo de la perfección tiene tan gran importancia en la lucha por la santidad, uno debería de prestar cuidadosa atención a los siguientes medios para animar este deseo:
1) Rogarlo incesantemente de Dios. Como el deseo es sobrenatural, sólo nos puede venir de lo alto.
2) Renovarlo con frecuencia. Debería de ser renovado a diario en los momentos más solemnes del día, principalmente en el momento de la Comunión; en otros momentos, en fiestas principales, en el día mensual de recogimiento, en el retiro anual, en aniversarios especiales.
3) Meditar con frecuencia los motivos que inspiran este deseo. Los principales motivos son los siguientes:
Nuestra grave obligación de esforzarnos por la perfección;
Tomar conciencia de que este es el mayor bien que podemos buscar en esta vida;
Ser conciente del peligro que arriesgamos si no nos esforzarmos de verdad para santificarnos (el pecado mortal, la pérdida de la vocación, la apostasía);
Reconocimiento del hecho de que la imitación perfecta de Cristo requiere la perfección y la santidad.
Los santos no necesitan de nuestros honores, ni les añade nada nuestra devoción. La veneración de su memoria redunda en provecho nuestro, no suyo. Por lo que a mí respecta, confieso que, al pensar en ellos, se enciende en mí un fuerte deseo. (S. Bernardo, Sermón 2)
SANTA MARÍA, REINA DE TODOS LOS SANTOS, RUEGA POR NOSOTROS PARA QUE ALCANCEMOS LA SANTIDAD.
"¿Y si yo hiciera lo mismo que San Francisco o que Santo Domingo?" (San Ignacio de Oyola)
"Si entre tantos AQUELLOS pudieron, y entre muchos mas estos OTROS también así lo hicieron. ¿POR QUE TU NO?"
Este presente es para hacerles llegar un sitio web destinado al Rezo del Santo Rosario para aquellas personas que estando solas, puedan sentirse acompañadas en una oración continua con Jesús y la Virgen María.
"El Rosario es uno de los signos más elocuentes del amor que las generaciones jóvenes sienten por Jesús y por su Madre, María"
La devoción de los Siete Dolores de la VIRGEN MARÍA
La devoción al SAGRADO CORAZON DE JESUS y la práctica de los Nueve Primeros Viernes
LA ÚLTIMA CIMA nos muestra un tipo de sacerdote del que nadie habla: los sacerdotes generosos, alegres, serviciales, humildes. Sacerdotes anónimos que sirven a Dios, sirviendo a los demás. Pablo es, nada más y nada menos, que un buen cura.
Pablo, sacerdote, sabía que iba a morir joven y deseaba hacerlo en la montaña. Entregó su vida a Dios... y Dios aceptó la oferta. Ahora dicen que está vivo. Pablo era conocido y querido por un número incalculable de personas, que han dejado constancia de ello después de su muerte.
LA ÚLTIMA CIMA muestra la huella profunda que puede dejar un buen sacerdote, en las personas con las que se cruza. Y provoca en el espectador una pregunta comprometedora: ¿también yo podría vivir así?
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